Familia

La familia de hoy, retos y oportunidades

Hemos establecido el concepto de que la familia es la célula de la sociedad, que está conformada por familias, y familias conformadas por personas con características propias, individuales.

Por experiencia podemos afirmar que las sociedades constituidas por familias que comparten valores éticos y morales, y los respetan, tienen mayores oportunidades para prosperar.

En las tres últimas décadas, los avances tecnológicos y culturales de la humanidad han desdibujado las fronteras físicas, políticas y sociales, llevando a las sociedades a percibirse sobre modelos externos, estéticos y culturales que distan mucho de la realidad en que viven.

En este panorama, la vida familiar ha sufrido una vertiginosa transformación, debido a las necesidades que han sido impuestas a sus miembros, para sentir que están en capacidad para insertarse en la sociedad que le proponen. El individuo, cada vez con mayor frecuencia, tiene que desempeñar múltiples roles dentro del sistema familiar, algo poco común en los estadios previos de la cultura, para lo cual no han sido preparados. Nuestro individuo contemporáneo, deberá cumplir las tareas conyugales, parentales y laborales, sin descuidar los demás aspectos sociales y personales para sentirse realizados. Todos estos elementos, están regidos por la transformación que se observa en las estructuras de las sociedades modernas.

Entendemos entonces que la familia debería ser un espacio de contención, seguridad y afecto que ofrezca al individuo el descanso frente a la revolución que existe fuera de su contexto.

Adicionalmente, la dinámica familiar enfrenta las exigencias de una sociedad moderna que pretende cambiar los valores básicos sobre los que se construyen las relaciones familiares.

¿Cuáles entonces son los retos y las oportunidades para la familia en este panorama? En primer lugar, el reto mayúsculo es conformar familias sanas. Vistas como la estructura fundamental de la sociedad, que debe desarrollar sus funciones y proteger a sus miembros.

Una vez que la familia sana es funcional, entonces deberá alcanzar, en conjunto con otras familias, el grado de operatividad para ser reconocidas por las instancias y organizaciones que han sido establecidas, por y para la familia. De esta forma las organizaciones como las iglesias, las escuelas, los órganos del estado, volverán a ser espacios en los que las familias establezcan un diálogo abierto, conocedores de sus responsabilidades y deberes ante los derechos y necesidades de los integrantes de la sociedad a la que sirven.

Es en este punto en que aparecen oportunidades para fortalecer una sociedad en la cual se resalta la importancia a los valores, que, como el respeto, la honestidad, el servicio, etc., han sido relegados, para ser sustituidos por modelos que exhiben antivalores, que son rechazados por la comunidad. Algo que parece difícil, suene utópico, pero no imposible.

De no tomar acciones para contener los daños hechos a la sociedad por la pasividad que mostramos ante acciones u omisiones de sus miembros, los modelos preponderantes, carentes de valores, ofrecen a los individuos una dicotomía conducente a comportamientos incoherentes e inconsistentes para el desarrollo del individuo, los cuales se ven reflejados en las insuficiencias en el diseño de los modelos educativos, las normas de convivencia, el respeto a la legislación que, en última instancia, se espera que sirva para asegurar el respeto y desarrollar los indicadores mínimos de conciencia social.

Sin embargo, no todo es externo. Debemos tomar consciencia de que la familia es un sistema abierto, donde se dan interacciones que generan comportamientos, y que estos van a impactar en los demás y por ende en las comunidades, y viceversa.

Tengo la plena convicción de que, solo desde la familia es posible restablecer y reconstruir una sociedad basada en valores, en la que esos valores tengan la suficiente importancia para que se reflejen en la cultura, en el comportamiento de los individuos, en sus metas e ideales. Nadie puede compartir lo que no tiene, nadie puede modelar lo que desconoce, y para lograr la permanencia y unión de las familias, estas deberán estar fundamentadas en valores que al ser replicados afecten positivamente el ambiente en que interactuamos, cualquiera que sea este.

Tenemos hoy la oportunidad y también la responsabilidad de re-encauzar la cosmovisión, vista como esa consciencia de la responsabilidad del individuo que busca su sitio en el universo, para que así como el sistema de valores, funcione en la práctica y podamos tener agentes formadores que incidan en contra de aquellos que pretenden promover antivalores y que al lograr familias inteligentes y con capacidad crítica, generen cambios significativos en la educación de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, y de esta manera detener el deterioro que estamos observando en la sociedad actual.

Hay trabajo por hacer y las familias siempre han sido y van a ser el núcleo desde donde se puede lograr el cambio. Hay muchos padres y madres que piden apoyo para poder encauzar a sus familias y lograr competencias que les permitan alcanzar ese equilibrio dinámico propio de los sistemas familiares. Nosotros estamos comprometidos en apoyarlos. Tanto profesional como institucionalmente.

Por tal razón, es vital que los padres estén cerca de sus hijos e hijas, estar presentes a pesar de las dificultades que imponen las necesidades laborales; ser conscientes de encontrar tiempo de calidad para desarrollar actividades acordes con el ciclo vital de la familia y las necesidades del desarrollo de sus hijos. Es importante entender que el aislamiento y la desconexión produce trastornos en el desarrollo, tanto afectivo como intelectual, por ende, la salud mental se está viendo afectada, sobre todo en la población infantil y en la adolescencia.

Otra herramienta educativa que queremos resaltar es la disciplina positiva, un modelo interactivo, democrático y participativo, con reglas claras, consecuencias en vez de castigos, sin violencia, que requiere capacitación y entrenamiento para ser establecida.

Finalmente, les invito a reflexionar sobre cómo estamos manejando nuestras familias y ver los retos y oportunidades para lograr establecernos como familias sanas.

Por Lic. Luz Marina Cortázar Uribe
Licda. en Psicología Clínica
Directora Ejecutiva Instituto de la Familia, Inc.


Otros artículos de interés